Por Danilo Arbilla

PARA LA GACETA - MONTEVIDEO

Fueron días intensos para los miembros de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que celebraron su 74 Asamblea Anual, en la ciudad de Salta. Del 19 al 22 de octubre analizaron la situación en materia de libertad de prensa en el continente y paralelamente aprobaron la Declaración de Salta sobre principios de Libertad de expresión en la Era Digital

Esta iniciativa liderada e impulsado por el saliente presidente de la SIP, el peruano Gustavo Mohme, se concretó a partir de un borrador, producto del trabajo de varios expertos. Fue motivo de intensos debates, que culminaron con la declaración aprobada por la Junta de Directores.

El documento, de 13 puntos, constituye de hecho, y como mínimo, un avance y una puesta en la mesa de un tema difícil, dinámico, vertiginoso y cambiante, pero que ya no se puede ni se debe evadir.

Podría hablarse, quizás con mas precisión, de una declaración “preliminar”, y a la vez permanente, sujeta a vigilancia y actualización, sobre la cual se insistió en todo momento. El primer objetivo era reafirmar la libertad de expresión como la primera y la custodia de las restantes libertades y derechos. También ahora, en la era digital, tal cual fue marcado en la Declaración de Chapultepec, aprobada 1994 por iniciativa de la SIP.

In dubito pro libertate fue el punto de partida básico e ineludible del documento y las discusiones, pero sin ignorar la necesidad de remarcar el derecho a la propiedad intelectual, por ejemplo, y de precisar las responsabilidades de las grandes plataformas proveedoras de servicios digitales. Se fue insistente respecto de que no se pueden ir y venir, según convenga, entre ser meros intermediarios o transportadores, o apelar a los derechos de los usuarios o a la libertad de expresión. Estuvo en la mira la responsabilidad de esas empresas y cómo actúan y deben de actuar en el manejo de los contenidos frente a la presión de los gobiernos y en función sus miedos y sus negocios.

No fue fácil pero salió, y para ello debe resaltarse que actuó como una suerte de garantía la protagónica actuación que tuvo en todo el proceso el Relator para la Libertad de Prensa de la OEA, el uruguayo Edison Lanza. Fue sin duda uno de los mayores y mas respetados referentes en la materia a nivel continental.

Como con Chapultepec, primero, y después la Declaración sobre crímenes de periodistas sin castigo que la SIP lanzo en agosto de 1997 (sus recomendaciones fueron aprobadas por las asambleas de la OEA y de la Unesco; y a instancias de una de ellas se creo la nombrada relatoría), surge ahora la Declaración de Salta para encarar aspectos cada vez más complejos, pero con una sola obsesión: primero y ante la duda, la libertad.

Pero Salta no fue sólo eso. Las delegaciones de Nicaragua y de Venezuela dieron amplia información sobre lo que ocurre en sus países. Desolador: represión sin limites, hambre, falta de medicinas, pueblos, centenas de miles de personas que jamás lo soñaron deambulando y buscándose un lugar en algún otra parte fuera de su propio país. “Creíamos que eso pasaba en otros continentes”, comentó y repitió más de un asistente. Una sensación de impotencia sobrevoló la reunión:¿Qué hacer? Informar, informar sí, pero hubo conciencia que no basta con ello para parar a los desfrenados dictadores venezolanos y nicaragüenses. La consigna fue renovar fuerzas en esa línea para que los organismos internacionales tomen conciencia y actúen en función de sus facultades y obligaciones.

Hubo más malas noticias: 30 periodistas muertos en lo que va del año más infinidad de proyectos de leyes y decisiones judiciales contra la libertad de expresión, resucitando temas, practicas e ideas que se creían superadas. Colegiación obligatoria, no respeto del secreto de las fuentes, obstáculos para el acceso a la información, ley de olvido, represión directa a los periodistas, jueces que censuran y otros que ya “ordenan” lo que hay que publicar, discriminación de la publicidad oficial y otra serie de pestes que se pensaban extinguidas. Y para colmo una gran campaña difamatoria contra la prensa y los periodistas como si fueran lo peor de la sociedad pero ahora con el agravante de que ya no se trata de los dictadorzuelos como Correa, Evo Morales u Ortega sino que quien la lleva adelante es el propio Presidente de los Estados Unidos, con un tono y vocabulario tan desaforado como el de aquellos.

Y eso además, en países que se suponen democráticos. Y todo porque los periodistas se ocupan de informar.

Hay que volver a recordarle que Chapultepec sigue vigente y que como lo afirma al principio “No hay personas ni sociedades libres sin libertad de expresión y de prensa. El ejercicio de ésta no es una concesión de las autoridades; es un derecho inalienable del pueblo.”

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Danilo Arbilla - Periodista uruguayo, ex presidente de la SIP.